lunes, 19 de marzo de 2012

Aves seductoras: Piratas del aire

Desde Las Encantadas 
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com
“Como no producen suficiente aceite para impermeabilizar sus plumas, sería suicidio zambullirse en el océano a pescar. Roban alimento, de quien pase, se trate de piquero, pájaro tropical, e incluso de lobos despistados...”.
Esta no es una foto montada y lastimosamente no estoy muy segura de a quién, a bordo del National Geographic Islander, dar el crédito. ¡Fragata agarrando por el ala a un piquero de patas azules! Lo sacude en el aire hasta que el pájaro regurgita su presa, para robársela. Ocurre, y con bastante frecuencia, digamos que el 60% de las veces que una fragata común se alimenta, y el 40% para una fragata real.
Como no producen suficiente aceite para impermeabilizar sus plumas, sería suicidio zambullirse en el océano a pescar. Roban alimento, de quien pase, se trate de piquero, pájaro tropical, e incluso de lobos despistados que a veces se ponen a desmembrar sus presas, sacudiéndolas contra el mar.
Las fragatas van tras lo que esté disponible. Pueden recoger peces de la superficie gracias a sus largos picos ganchudos, sin embargo, cardúmenes en aguas tan someras nunca abundan, por eso los “piratas del aire” cuentan con una estrategia alternativa, y esa es hurtar. También se aprovechan de polluelos pequeños sin la protección de sus padres, huevos, e incluso placenta de lobo, que en los meses de octubre y noviembre predomina en ciertas playas de Galápagos.
En un par de ocasiones he presenciado la salida de tortuguitas marinas de sus nidos. Apenas logran desenterrarse, corren al océano. Normalmente ocurre en la noche, cuando hay menos depredadores, pero si por desgracia emergen en el día, las fragatas perciben inmediatamente su aparición, y sin saber de dónde ni cómo arriban en montón, y se las llevan una por una.
Los pasajeros lloran, piden que interceda, se quejan. Todos piensan en las indefensas tortuguitas. Pero hay que recordar que las fragatas también deben alimentarse, que poseen a su vez polluelos y crías que nutrir y cuidar. Los humanos no contamos con ningún derecho para interferir, ni para bien, ni para mal, en este asunto puramente natural; que ya es otra cosa cuando hablamos de arreglar los daños que nosotros mismos hemos causado al ambiente.
Entonces, odiadas por quienes creen que la naturaleza gira alrededor de morales humanas, pero admiradas por otros tantos por su maniobrabilidad en el aire, su peso, que las plumas son más pesadas que los mismos huesos, las fragatas cursan los cielos de las islas, y también del continente. Tienen una larga vida, de hasta cuarenta años. Una sola cría por vez, a la que ambos padres alimentan y dedican cuidados.
En el aire lucen como siluetas negras, de hasta 2 metros de envergadura de ala, a veces con la cola abierta, en forma de tijera, a veces junta como fina flecha. En época de apareamiento los machos se posan sobre arbustos pequeños, inflan su magnífico buche color rojo, y esperan a ser elegidos por las hembras que desde los cielos buscan al adecuado. ¿Será que les atrae el buche más grande, o el más brillante, o el sitio que la pareja ha elegido para el nido?
Es fascinante presenciar un cortejo de fragatas, así como impresiona ver la manera en que se precipitan en el aire hacia una presa, o como usan las corrientes térmicas para mantenerse sin esfuerzo y en lo más alto, atentas a cualquier posibilidad de alimento.
Fragatas, piratas, tijeretas, son aves seductoras de nuestras islas y de la costa del Ecuador.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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